viernes, 2 de septiembre de 2011

Érase un viaje en autobús


Hacía mucho tiempo que no viajaba en autobús. No porque nadara en monedas de oro a lo Rico Mc.Pato (suspiro, ¿quién no soñó con esa escena cada vez que la veía?). Era más bien por cuestión de comodidad y seguridad, dos palabras que anteriormente no existían en el marco de una travesía a través de aquellas unidades arcaicas de líneas como "Tierra Firme" o "Expresos Camoirán".

Estar nueve horas sometido a esa tortura para ir de Puerto Ordaz a Caracas no era nada divertido. Los más viejos -de mi generación hacia atrás- recordarán que el terminal de Puerto Ordaz es algo "moderno". Anteriormente quienes iban a la "ciudad más moderna de Venezuela" tenían dos opciones: O se quedaban en el terminal de San Félix o se quedaban en el Banco de Venezuela de Castillito.

Sin embargo, y dada la necesidad, tuve que volver a recurrir al auotobús para llegar a la capital. Las cosas han cambiado. Ahora los autobuses son de dos pisos, con baños -para que no pase cosas como esta -------> http://tinyurl.com/42pu8fz. Algunas líneas, no todas, venden asientos numerados, terminando finalmente con aquello de estar dos o tres horas antes sólo para evitar "la cocina". Ah... y la mejor parte es que ya no existe "la cocina".


Pero, no todo es color de rosa. A la hora de abordar llega una de las decisiones más cruciales, cuidado sino la más crucial, de todas las que tenemos que tomar a la hora de viajar en autobús: ¿cuándo guardar las maletas?


Guardarlas de primero significa salir de una vez del peso de las mismas e ir a sentarse de una vez, pero esperar mucho tiempo cuando lleguemos a nuestro destino. Ser los últimos nos tendrá mucho tiempo cargándolas, tener que levantar -pelea de por medio- al despistado que se sentó en nuestro puesto pensando que era el suyo, pero tendremos rápido las maletas cuando salgamos.


Abordado el autobús y apagadas las luces, comienza la búsqueda eterna de la posición más cómoda. Si usted está leyendo esto y nunca ha viajado en autobús, le ahorró la molestia... no existe tal posición. Cualquiera tiene sus pros y contras. Lo mejor es intentar dormirse en la primera que encuentre y ya.


Sobre todo dormir rápido para evitar que el gordo de turno le quite el sueño con los ronquidos. Y se lo que es eso, porque el gordo de turno en este viaje fui yo. Y es mejor estar dormido para evitar el típico "ir manejando con el chofer".


El chofer de autobús le sobra prepotencia y tiene la temperatura corporal de un esquimal. Es por eso que no saluda, no se ríe, ni habla con nadie. Y coloca el aire acondicionado a niveles insoportablemente fríos.


Pero el no dormir no es necesariamente malo. Uno puede disfrutar de la película que el chofer a dispuesto para hacer más placentero el camino. Eso sí, no espere ver Cars 2 o Linterna Verde... nada que haya estado en cartelera en al menos los últimos nueve o diez años.


Prepárese para ver los primeros pasos en el cine de los juveniles Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone. En fin, relájese y déjese llevar a tiempos muchos más simple, mientras llega la parada.


En la parada pasaremos por dos procesos químicos: descongelamiento y evacuación. Creo que ninguno de los dos necesitan mayor explicación. Uno el hombre lo tiene más sencillo que las mujeres, dado que no tenemos que hacer cola para sentarnos en la única poceta más o menos limpia que tiene la estación de servicio.


Nunca falta el que a esa hora (calculemos una o dos de la madrugada) se mete medio pollo con yuca y guasacaca, y se convertirá de forma inmediata en el "ambientador" del autobús.


Si tiene miedo a quedarse dormido y no bajarse cuando le toque, no se preocupe. En el momento que usted esté lo más cómodo que el asiento lo deja estar, el niño con las papas más crocantes y la bolsa más chocante del mundo lo va a despertar. No sin antes calarse el típico diálogo "madre-hijo" de: Madre: -Fernando Enrique guarda las papitas que vas a despertar a alguien. -Hijo: Pero mamá, tengo hambre... y así unos quince minutos.


"Todo tiene su final", y este viaje también. Hora de bajar del autobús, recuperar el curso de sangre por las piernas y la sensación en las nalgas. Una vez con las maletas, que parecerán más pesadas de lo que estaban anteriormente, y tras sortear a los MUY insistentes taxistas, estamos listos para disfrutar de nuestra estadía en el destino seleccionado.


Y lo mejor será que lo disfrute, porque en el momento menos pensado... tendrá que regresar por autobús a casa. Y la historia se repite...


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