viernes, 2 de septiembre de 2011

Érase un regreso a clases


Llegó el mes de septiembre, y con él, la cuenta regresiva para el regreso a clases. Toda vuelta al colegio es igual, sin importar la época. Quizás la forma en la que se pasaron las vacaciones puede variar un poco. Antes tal vez pasábamos el día jugando con nuestros amigos en la calle, ahora sólo se envían "tweets" entre ellos para cuadrar y jugar en línea el videojuego que sea que esté de moda.

Pero lo dicho, el regreso a clases es traumático para cualquiera en cualquier tiempo. Todo comienza con la compra de uniformes. Bueno, eso para los afortunados (por no decir adinerados). Recuerdo que en mi casa las camisas blancas sólo me las compraban nuevas cuando ya se veía que no podía respirar con normalidad. En bachillerato fueron dos años de azul (el primero lo salvé por ir al Liceo Militar), y dos más con las mismas grises. Los zapatos son un tema que dan para otro post.

Cuando de comprar uniformes se trataba, era impelable la combinación. Camisas blancas "Hering" -la marca de los dos pecesitos-, con franelas blancas "Ovejita", medias "Mariselita" y zapatos Kickers que no iban a aguantar la primera semana de recreos. Tenía entonces que pasar el uno todo el año escolar visitando una o dos veces por mes al zapatero para que salvara los zapatos.

Pasado el tema de los uniformes, llegaba el momento de la compra de útiles. Desconozco como son las cosas ahora, pero en mis tiempos (que no son tan lejanos tampoco) la editorial cuadraba con el colegio para pedir la lista con útiles muy específicos. Aparecía entonces la típica "Una (1) enciclopedia Resplandor, Editorial Discolar". No había de otra. Y todo "casualmente" iba a ser de Editorial Discolar.

"Un (1) juego geométrico con compás". ¿Para qué carrizo le piden a un niño de entre 6 y 12 años un juego geométrico CON COMPÁS. El juego geométrico, compás incluido, marca un trauma de mi infancia y la de muchos. Y es que si los zapatos en la primera semana ya se habían roto, el juego geométrico para el final del primer día de clases ya sólo quedaba entero el transportador.

El transportador es el único elemento del juego geométrico de cualquier niño que NUNCA, léase NUNCA, se va a romper. No importa lo que pase, el transportador va a durar todo el año. Y a falta de reglas y escuadras, pues tocará hacer líneas con la parte recta de él. Si se llega a perder el transportador, pues entonces las partes de las escuadras harán las veces de reglas. En el peor de los casos, toca pelar por el carnet.

Sigue la lista con "Una (1) -lo de los paréntesis para las cantidades siempre me pareció algó así como 'no sea bruto, dije uno o una'- caja de 24 creyones PRISMACOLOR". No existe nada más costoso que una caja de 24 colores de Prismacolor. Pregunto, ¿y para qué los 24 colores?

Seis años de primaria, cinco de bachillerato y casi siete de universidad -sí, bueno, esa es otra historia-, y no recuerdo haber necesitado nunca los 24 colores. De hecho, para diciembre la caja de 24 ya iba por 12. Para el final del segundo lapso eran seis. Y al terminar el año nos quedaba el azul y el rojo solamente.

"Ocho (8) libretas de una raya". ¿Ocho? Cada colegio estipula que cada materia requiere una libreta. Yo pregunto ¿Folklore amerita o ameritaba una libreta? ¿Ciudadana amerita una libreta? ¿Educación para el Trabajo amerita una libreta? ¿Una completa para cada una?

"Una (1) libreta doble línea para caligrafía". Una fiebre de toda maestra que muere antes del primer lapso. Termina uno con sólo tres o cuatro hojas rayada y toda una libreta que no le sirve ni para que la mamá de uno llene la lista del mercado.

"Dos (2) resmas de papel tamaño carta". Porque el Gobierno no nos da el suficiente dinero para comprar hojas, o la directora se cogió los reales del Gobierno para irse de vacaciones a Orlando con toda la familia y llegará en forma descarada en septiembre echando el cuento de lo bien que la pasó.

Y otras cosas que ya no se piden porque hemos avanzado tecnológicamente hablando, como "Un (1) stencil", o "Una (1) máquina de escribir para Mecanografía".

El regreso a clases implica también volver a ajustar los relojes al odioso horario de 5 o 5 y media de la mañana para tener tiempo de bañarse, vestirse, comer algo y salir para no agarrar cola en el camino y llegar a tiempo para estar entre dormido en la fila para cantar el himno y las primeras dos clases antes del recreo.

Todo en la vida es por etapas, y cada regreso a clases es el recordatorio de que hemos avanzado a una nueva. O en el peor de los casos, que estamos repitiendo una por no haber prestado atención anteriormente. De todas maneras, es una etapa llena de emocionantes experiencias que nos marcarán -positiva o negativamente- por el resto de nuestras vidas. ¡Éxitos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario