martes, 14 de junio de 2011

Érase un caballero andante


Esta es una historia real. Sucede que me subo al autobús para regresar a Puerto Ordaz (tras mi viaje diario a trabajar en Ciudad Bolívar) y como la corrupción no conoce fronteras en este nuestro país, hubo una "sobreventa" de boletos. Algo raro, más en una línea que pertenece al gobierno, pero bueno.

Tres señoritas (digo yo que eran señoritas, ya ahorita uno no sabe realmente) quedaron de pie y así les tocaría estar al menos la siguiente hora. Miré hacia los lados para encontrar solidaridad en mis pares masculinos, pero ninguno hizo caso a la situación que se presentaba. Fue entonces cuando le dije a la que estaba más cerca que si quería sentarse en mi puesto.

Con desconfianza la chica me dijo que "no importaba". Cuando lo intenté con la segunda chica mal interpretó mi gesto y pensó que quería que se sentara en mis piernas. Ni caso. Antes de pasar la misma vergüenza con la tercera, y porque ya en verdad me estaba molestando, decidí levantarme del puesto y quedarme de pie.

Finalmente fue cuando las chicas entendieron que, en serio, quería darles el puesto a ellas y que como pudieran intentaran estar algo más cómodas. No sólo me dieron las gracias, sino que además me dieron una larga charla de cómo la caballerosidad se ha perdido.

Y es cierto. Es un mal común para todos los hombres, pero que se ve con más frecuencia en los de las generaciones más recientes. Quizás fue el Pokemón o Bob Esponja que les atrofió esa parte del cerebro. Pero es imposible, sin exagerar, encontrar un mocoso puberto (léase jovencito entre los 14 y 20 años) que sepa tratar a una chica de su edad.

Basta con practicar el deporte más popular entre los guayaneses que visitan los centros comerciales de la ciudad: Ver pasar.

Siempre los pubertos van adelante como "tanteando el terreno" y en actitud sobrada. Las chicas más atrás, con pintas extravagantes (de las cuales hablaré en otra ocasión), y una actitud más moderada conversando entre ellas.

Una cosa es que uno divida la cuenta con su pareja. Todo un logro de la "liberación femenina" que se ha condolido del bolsillo nuestro. Pero no que ahora el "chuleo" venga de parte de nosotros hacia ellas. Los pubertos asumen conductas propios de un "gigolo" y son invitados a todas partes por las chicas, cuya mente también ha sido atrofiada por una excesiva exposición a Justin Bieber y Lady Gaga.

Si están comiendo, al terminar se levantan y en una actitud muy masculina se toman la barriga y comienzan a caminar, mientras esperan que las chicas recojan las bandejas y las boten. Ellos entre tanto están "hipnotizados" viendo a "Menganita que tiene un cul..." sin el menor recato ante la presencia de las chicas.

Si se trata de una parejita en el cine, ella llevara las cotufas, el refresco y hasta los tequeños que el puberto antojado pidió, mientras este va a "retocarse al baño" (porque no entiendo por qué será que las nuevas generaciones de machos son cada vez más hembras).

No abrirán la puerta a la dama ni de casualidad. Jamás se presentarán ante los padres de la muchacha. Nunca sacrificarán una partida de truco con sus panas, por una salida con una chica. Mucho menos esperen que regale cosas en fechas especiales, pues tampoco lo recordarán.

Por un momento y ante este panorama, de todo corazón, temí por la existencia del ser humano en nuestro planeta.

Afortunadamente la naturaleza es sabia, y ante los "patancitos" que se van formando, también crecen un grupo de "pendejitas" que le hacen el juego y forman parte de este panorama tan patético, como real.

Como dicen... "se juntaron dos mochos para rascarse"


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