Corría el año 1994. Recuerdo que jugaba un torneo nacional de béisbol infantil en Barquisimeto. No era realmente amante del fútbol, sólo sabía lo básico: "Brasil es bueno, Venezuela no juega esa vaina, y Argentina tenía a un tal Maradona que era tan pegado al balón como a las drogas".
Sin embargo, ni un niño de 8 años escapa al deseo de ver la final de un Mundial de Fútbol. Y ahí estaba yo, sentado junto a otros niños y la familia de la casa donde me estaba alojando, viendo en un televisor RCA el encuentro entre Brasil e Italia. Por esa condición natural del ser humano de ponerse del lado del débil, en el fondo quería que Italia ganara.
El partido fue malazo. Bueno, al menos para mí. Un partido sin goles es como tener una novia sin tetas, no hay emoción. Luego un suplicio de 30 minutos más, de nuevo sin goles, hasta llegar a los penales. Eran los primeros penales que veía en toda mi vida. No recuerdo la tanda de penales de memoria y dudo que alguien pueda, pero sí todos recordamos al tipo de la "melenita" que la pateó sobre el larguero y dió inicio a la celebración del tetracampeonato para los sudamericanos. Era el atacante Roberto Baggio.
De ahí en adelante, sólo recuerdo que entre mis conocidos su nombre era usado para definir a los que no sabían patear (más de una vez era yo mismo), y para los que mandaban muy lejos del arco la pelota. El pasar de los años no ha hecho mella en el recuerdo, y todavía hay uno que otro que en forma burlona utiliza el nombre de Baggio para señalar algo vergonzoso.
Lo cierto del caso es que Roberto Baggio fue uno de los mejores jugadores italianos de toda la historia. Ganador del "Balón de Oro" y el Fifa World Player en 1993, "Il Codino" (como era conocido) anotó 9 goles en los tres Mundiales en los que participó y 314 goles en su dilatada carrera. De hecho en ese Mundial del 94, Baggio marcó los goles de la "Azzurra" en octavos ante Nigeria y semifinales ante Bulgaria. ¿Es justo recordarlo sólo por el penal errado ante Brasil? Incluso cuando Baresi y Massaro también fallaron en la misma tanda.
La situación con Baggio es algo que se repite a diario en nuestra vida cotidiana. Nos pasa a todos, y es lo que he denominado el "Efecto Roberto Baggio" (registro pendiente). No importa todo lo bueno que seas, y la cantidad de veces que hagas las cosas bien. El día que pongas la cagada, serás inmortalizado.
A los periodistas nos pasa con mucha frecuencia. Podemos redactar 1000 notas, pero siempre seremos recordados por aquella donde se nos fue la "sanahoria" (zanahoria). Los peloteros darán más de 100 cuadrangulares, pero aquel ponche con el que se perdió la final nunca será olvidada. Le pasa a quienes conducen y en su vida han tenido un solo accidente, serán visto por sus cercanos como alguien "peligroso" al volante.
Las mujeres son las que mejor aplican el "Efecto Roberto Baggio" en sus relaciones de pareja. No importa si le llevas flores cada tres días, le haces la cena a diario y la sacas cada fin de semana a los lugares de moda. El día que miraste fijamente por 1 segundo y 7 décimas a su prima la que parece actriz porno, no te volviste a quitar la etiqueta de "adúltero" por el resto de tu vida -aunque en realidad no haya adulterio porque la verdad es que no están casados-.
Pasa igual con el día que no viste que se cortó las puntas ("es que tu no eres detallista"), el día que llegaste cansado y no quisiste salir a escuchar las deprimentes historias de sus amigas solteronas ("es que no te caen mis amigas"), el único día del año en que te reúnes con tus amigos ("es que siempre andas con ellos"), o el día que te quedaste sin pila en el teléfono ("te estabas cogiendo a mi prima la que parece actriz porno").
Recientemente me pasó algo que podría enmarcar dentro del "Efecto Roberto Baggio". Por momentos me cuestioné y me pregunté qué podía hacer. Entonces investigando descubrí que después del Mundial, Baggio ganó dos Scudettos, anotó 96 goles en Serie A, y dos más en el Mundial de Francia 98 (incluyendo uno de penal).
Nos sacudimos y seguimos adelante. Nada podemos hacer ante el "Efecto Roberto Baggio". Todos recordamos a Pedro el que negó, a Judas el traidor, a Napoleón en Waterloo, a Miranda en La Carraca, a José Gregorio arrollado por el único carro en Caracas, a Clinton por la Lewinsky, y a mí por aquel correo que me costó mi relación.
Roberto Baggio vive en todos...
(Datos y estadísticas: Wikipedia).
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