jueves, 14 de agosto de 2014

Érase una salida al cine


La verdad era un sábado como cualquier otro. Nadie, ni aún el más pesimista, habría podido dilucidar lo que ocurriría. Todo comenzó como suelen ocurrir esas desgracias de nuestra vida cotidiana. Con esa pregunta que nos somete a una intensa reflexión, mas cuando se vive en un país como Venezuela: “¿qué vamos a hacer hoy?”.

Diversiones económicas en la tierra de los cuatro tipos de cambio, son difíciles de conseguir. Entretenimiento seguro en el país de los 24 mil y tantos homicidios al año, es todavía más complicado. Ir al cine parecía entonces lo más razonable. Claro, no sospechaba lo que vendría después.

Al llegar, lo de siempre. Gente que todavía no se acostumbra al hecho de no tener que verle la cara al cajero y tener una plática amena sobre las novedades del cine. Sólo una pantalla, un dispensador de tickets y un punto de venta. Todo muy frío, y al parecer… muy complicado.

Tras horas de esperar que las únicas dos personas que tenía por delante terminaran su proceso, me dispuse a seleccionar la película, los asientos y a dar horas de vuelta por el centro comercial hasta que se hiciera la hora de la función.

Hice la cola para la compra de las infaltables cotufas, que al final es la razón de ser de la ida al cine (comer cotufas). Claro, no es tan fácil como lo cuento acá. Tuve que esperar que, de nuevo, las únicas dos personas que tenía por delante tuvieran un acalorado debate sobre qué iban a pedir (a pesar de haber tenido mucho tiempo en cola para decidir).

Comienza la aventura

Armado y listo, me dirigí a la sala. Había una cola, algo que en la Venezuela actual es muy común ver. La pregunta era, ¿por qué la cola? Siendo que los puestos están enumerados, ¿cuál era la necesidad de trasladar ese hábito tan desagradable (como es hacer cola) a un lugar de entretenimiento como el cine? No hice caso a la señal, y me dejé llevar al desastre.

Una vez en la sala tras esperar tranquilamente sentado mientras la gente de la cola se mataba por entrar a sus puestos perfectamente enumerados, decidí alistarme para disfrutar de la película. Claro, previo a ver los “previews”.

Bueno de “previews” poco. Realmente fueron 45 largos e interminables minutos de comerciales pésimamente elaborados, producción nacional sin lugar a dudas. No conforme con ello, y a pesar de que todos los boletos tienen los puestos enumerados, no faltaba la familia de 20 tíos y 300 carajitos que se perdían en la sala. “Gustavooooooooooo… Gustavoooooooo… Aquíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”. No es que el comercial de El Silbón de Banco Exterior sea algo para deleitarse, pero ¿por qué subnormal tienes que pegar gritos como una… subnormal?

No conforme con la muestra de los peores comerciales, cuando parecía que finalmente había una luz al final del túnel del agobio… no… ahora viene un video de un grupito caraqueño bastante sobrevalorado.

Está bien que todo el mundo ama a La Vida Boheme, que ganaron un Grammy Petare, Grammy Caricuao… que se yo. Regionalizan tanto los premios para poder honrar a la mediocridad. En fin… Nunca los había escuchado porque intuía que no me iban a gustar y efectivamente. Un video tan mal hecho, como los comerciales que había visto antes. Y la canción… oh, Dios. Cada nota y cada verso era una patada en un testículo. Fue una tortura de seis minutos.

Encima al final ponen hasta los créditos. Me imagino que es para que el tribunal de la buena música los pueda identificar y acusar por el daño causado a tantas personas.

Finalmente... la película

Ahora sí, sin más preámbulos. Llegó la hora de la película. Si no han visto Maléfica, pueden hacerse un favor y no ir a verlo. Y mis condolencias a los que han tenido que ver ese intento de… de… la verdad no se que quisieron hacer. No era del todo infantil, a juzgar por la crisis de una pobre niña de cinco años sentada unos puestos delante de mí.

No era tampoco comedia, ni drama, ni romance. Creo que era simplemente mala. Pero eso era lo de menos. Era una de esas películas que ves con tu pareja para que luego te deje ver la de Adam Sandler que tampoco cambiará tu vida, pero al menos algunas risas te echas.

Transcurridos apenas los primeros minutos van la primera tanda de niños al baño. ¿Qué pasa con las vejigas de los niños de ahora? ¿Por qué no pueden retener la orina? Peor todavía, ¿por qué debo enterarme yo, y toda la sala, que tu hijo bestia tiene que ir al baño?

Detrás, una abuela que se ve que la última película que vio en cine fue “El Santo y Blue Demon vs. Drácula y El Hombre Lobo”, comentaba a su nieto todo cuanto ocurría en la película. “Ahí van para la casa, si…” “Esa es la misma que aparecía antes chiquita, pero claro… ahí está vieja”. No señora, vieja usted. Vieja y estúpida. Las películas están tan bien hechas, al menos las extranjeras, como para no necesitar comentaristas. Y créame, no me interesan sus comentarios. Tampoco a su nieto, que encontró más divertido destrozarle la espalda a mi novia con las patadas al asiento.
De paso, la doña se le comió el chocolate al nieto. Lo cual provocó la ira del nieto y su reclamo, del cual nos enteramos todos en la sala. La película avanzaba, pero yo sentía que mi vida se había detenido en una espiral de niños meones y viejas insolentes.

Como siempre, en toda sala de cine venezolana, hay “el espontáneo”. Ese que le gusta soltar un comentario en los pocos momentos de silencio de la multitud, para un comentario que solamente él cree que es chistoso.

“Jonróoooooooooon” soltó al momento que Maléfica le daba un garrotazo a alguien (tranquilos, nada que devele lo horrible de la trama). Por supuesto sus acompañantes, con las mismas deficiencias intelectuales que él, le siguieron en risas y aplausos ante tal muestra de creatividad y gracia.

La película finalmente parecía estar llegando a algo. Tuvo su clímax justo cuando… llega la segunda tanda de niños al baño. Otra vez los papás resignados, por no enseñar a sus hijos a apretar fuerte y aguantar “un poquito”, saliendo uno tras otro. Pasan por delante sin pedir permiso, ni disculpa...Me hizo recordar a la chica del Metro que indignada decía “¿Qué pretenden? ¿Qué ande pidiendo disculpas a cada rato?

The End

Decía Héctor Lavoe, “Todo tiene su final…”. El sufrimiento llegaría a su fin con el esperado beso de Maléfica que rompió el hechizo de la princesa (jódanse, les conté el final). Y al irse la pantalla al esperanzador negro, que marcaba los últimos instantes de la tan prolongada angustia… Aplausos.

Sí, aplausos. Como si de una obra de teatro o concierto se tratara. Aplausos… aplausos en un cine. ¿Qué o a quién aplaudían? Porque ciertamente la película, y las actuaciones en dicha película, dejan bastante que desear. Pero todavía más allá de pareceres… ¿a quién aplaudían?

En verdad, ¿en eso nos hemos convertido los venezolanos? Como dije en mi cuenta en Twitter, ir al cine es una experiencia tan desagradable en mí país, que no se la deseo ni a mi peor enemigo.

Salí cansando, triste, decepcionado, robado (porque me bajaron 300 bolos por una cotufa, dos refrescos y unos tequeños fríos y chiclosos). En fin…


Al menos ciertamente se cumplió la promesa de la cadena de cines, porque de verdad fue “mucho más que película”.

lunes, 16 de junio de 2014

Venezuela, país de despedidas


Todavía recuerdo lo mucho que me reía con aquello de “me iría demasiado”, que tanto se viralizó en las redes por el documental “Caracas, ciudad de despedidas”. Ojo, no es que ahora no me parezco un video muy burdo y que denotaba serias deficiencias, comenzando por los propios realizadores.

Sin embargo, me ha tocado experimentar recientemente lo que tantos otros han estado viviendo en los últimos tiempos. Me tocó decirle adiós a un ser querido, que se va a lo incierto, a lo desconocido… ¿qué más da? “Lo importante es irse de esta mierda”.

Nunca he sido un entusiasta en esto de la inmigración. Tampoco soy de los que quiere “enterrar su cuerpo cerca del mar, en Venezuela”. Simplemente pertenezco a ese grupo de timoratos que “lo piensan dos veces” antes de aventurarse. Pero precisamente por esa condición natural, es que veo con mucha preocupación este fenómeno que estamos viviendo.

Y es que no se trata de un caso puntual. Es que los planes de fines de semana de los de mi generación, y más jóvenes, están copados por “despedidas”. ¿En qué momento dejamos de ir al cine o a una discoteca, para cambiarlo por una parrilla en casa de uno para despedir a otro?

Bueno, basta con ver la inflación anualizada, los salarios de hambre que tienen los profesionales, la inseguridad, el desabastecimiento, la eterna lucha política entre los malos y los peores… El panorama no invita al optimismo. Ciertamente irse es la primera opción para el que aspira eso que llaman “calidad de vida” (y que coloco entre comillas porque en Venezuela no tenemos de eso, así que desconozco de qué se trata con exactitud).

¿Saben lo que significa para el país que su gente más calificada se vaya a buscar oportunidades en otras tierras? Venezuela hace un gasto importante (menos del que debería, pero más del que uno cree) en la formación de profesionales. Sin embargo, el Socialismo Bolivariano ha creado una generación de “emigrantes desesperados”.

“Lo importante es irse de esta mierda” es el leit motiv de toda una generación que nunca sabrá, en condiciones normales, lo que es tener una vivienda propia o incluso un vehículo. Una generación que se arrejunta y evita el matrimonio, burocrático y muy costoso.

Una generación que se formó con la esperanza del “cuando Chávez se vaya”. Y resulta que murió, y vino otro… y esto pareciera seguir por mucho rato. Apoyado en un populismo parasitario, donde los más pobres cada día son más pobres, pero viven de las limosnas de un Gobierno que explota electoralmente al máximo su miseria, y una oposición que no representa la voluntad de la mayoría que lo único que desea son líderes competentes, estadistas.

Así están las cosas con esta generación que se quedó a la deriva, sin futuro. Porque si no puedes ahorrar, dado que las tasas de interés en bancos son superadas por la alta inflación, con un (des)control cambiario, sin posibilidad de adquirir vivienda o vehículos siquiera, sin saber si cuando sales de tu casa en la mañana vas a poder regresar en la noche, y donde ves como cada fin de semana despides a un nuevo amigo que se va… ¿qué es lo que queda exactamente?
¿Qué se supone que deba hacer con mi vida? ¿Me quedo a esperar que una úlcera en medio de una cadena de Nicolás Maduro acabe con mi vida? ¿Me voy del país y agarro mi título en Comunicación Social y lo enmarco para colgarlo en una pared, para verlo por las mañanas cuando salga a podar el jardín de Mr. O’Callaghan?

De hecho tengo dos opciones. O quedarme para seguir ejerciendo la profesión que tanto amo en el país que me vio nacer, o me voy a sub emplearme en el extranjero donde siempre seré visto como un ser inferior.

Sólo el hecho de que esté considerando mis opciones, habla de lo mal que estamos como país.


PD: Si alguien en el extranjero necesita a un periodista con sobrepeso y experiencia en Comunicaciones Corporativas, Periodismo Deportivo, etc… Dejen correo para enviar resumen curricular. 

sábado, 22 de marzo de 2014

¿Qué nos hace falta?


La pregunta no es nueva. Es la misma que nos venimos haciendo desde hace no menos 13 o 14 años cuando comenzamos a ver el camino que tomaba el régimen con Chávez, y ahora con Maduro. ¿Qué nos hace falta? Tras más de un mes de protestas, decenas de muertos y miles de detenidos... es más incesante el deseo de las personas por ver el desenlace de esta película.

Esta semana leí, con indignación primero y con reflexión después, el texto que el economista Mark Weisbrot escribió sobre Venezuela en el diario londinense The Guardian. Con indignación porque ciertamente molesta cuando echan por tierra la lucha que llevamos adelante quienes soñamos con un país libre y en democracia. Pero hay extractos que me llamaron a la reflexión, y los comparto...

"But I wasn’t prepared for what I saw in Caracas this month: how little of daily life appeared to be affected by the protests, the normality that prevailed in the vast majority of the city. I, too, had been taken in by media imagery". (Pero yo no estaba preparado para lo que vi en Caracas este mes. Poco de la vida cotidiana había sido afectada por las protestas, la normalidad prevalecía en la mayor parte de la ciudad. Yo también había sido engañado por las imágenes mediáticas).

Pregunta para los que me leen: ¿cuántos de ustedes han asistido, y cuántas veces, durante este mes al trabajo? ¿cuántas veces ha ido al supermercado? ¿cuántas veces se ha reunido con su familia? Estoy seguro que la respuesta es más de una y es suficiente para demostrar el punto. Si bien la guarimba lo pudo retrasar un día u otro, o una marcha lo pudo haber detenido en una cola... lo cierto del caso es que usted ha seguido con su vida normal. Y yo también. Cuando no estoy marchando, estoy en entrevistas de trabajo o en el supermercado.

Nuestra rutina no ha cambiado. La vida de la gran mayoría (chavista o no) sigue exactamente igual, y eso le da la piso al Gobierno para afirmar que se trata de "focos" a la hora de hablar de las manifestaciones. No juzgo las razones de la protesta (son muchas y debe terminar en la salida de Nicolás Maduro. Punto). Tampoco juzgo los distintos métodos de protestas (aunque mantengo que las guarimbas, una vez cumplido el propósito, es una tontería mantenerlas en el tiempo). 

El problema está en la mayoría indiferente ante la manifestación, la "solidaria de Twitter" y desde luego la mitad chavista del país. A veces se nos olvida, y no lo entiendo, que somos la mitad del país. Ni más ni menos. Que hay gente molesta en aquel lado, claro. Pero, ¿qué hemos hecho nosotros para atraer a ese pueblo rojo descontento? Y recuerden que de este lado también hay molestias. La unidad ya no es tal. 

Y a mí no me contaron esto, como tampoco se lo contaron a Weisbort. He estado en la calle, en el Metro. El mismo día que probé mi primera lacrimógena, y que juré dar hasta la última exhalación por ver a mi Venezuela libre, ese día me monté en el Metro y la gente iba montada como si nada. Y apenas en la superficie se gestaba una batalla campal con la Guardia Nacional.

Los medios han jugado un rol clave en esta lucha. El silencio que han guardado ha permitido mantener el ambiente de "normalidad" que el columnista del diario inglés notó en la ciudad (por eso me molesta cuando habla de "imágenes mediáticas"). Pero es que del lado de la ciudad de Caracas donde vivo no pasa ninguna manifestación, ni a favor ni en contra del Gobierno. La vida de estas personas no ha sido afectada de ninguna manera. Y honestamente la mía se trastoca sólo cuando voy a manifestaciones o cuando entro a Twitter.

¿Qué nos hace falta? Romper las barreras. Nuestra lucha debe llegar más allá de nuestro entorno. Más allá de Altamira, de Alta Vista, de Barrio Obrero, de la Plaza La República, de San Diego. Debemos con nuestro discurso conquistar los espacios de esos que hoy simplemente son indiferentes ante las manifestaciones. Los que se dicen opositores pero están todo el día en su oficina, también deben formar parte de la lucha donde estén. ¿Cómo? Educando al que no piensa igual. Atajando al que habla de "manitos blancas". Informando al que habla de la violencia de las guarimbas.

Theodore Roosevelt decía: "Haz lo que puedas, con lo que tengas, donde estés". Twitter no es Venezuela. No es estadísticamente siquiera una muestra representativa. En los barrios hay pobreza, hambre, escasez e inseguridad... no redes sociales. Debemos estar organizados para llegarles con ideas, con mensajes claros. Y prepararnos además, porque el final de esta película todavía está lejos.

Y testimonios como el de Weisbort pueden replicarse y hacernos cuesta arriba la tarea a nivel internacional. Debemos comenzar a reescribir esta historia. Debemos asumir esta lucha no sólo con el corazón, sino también con la razón. Ahora más que nunca, rendirnos no es una opción. ¿Qué nos hace falta? CONVENCER. Pero para convencer a la otra mitad de la foto, debemos convencernos nosotros mismos que nuestra causa merece todos los sacrificios que podamos hacer.

domingo, 9 de marzo de 2014

Replantearse, no replegarse

Por estos días, toca reflexionar sobre la situación que estamos viviendo en Venezuela. 

Hace unos días hacía la cola para comprar pan (sí, porque ahora hasta para comprar pan hay que hacer largas colas). En la cola una señora comentaba que llegó a las 2:30 de la madrugada al Abasto Bicentenario de Plaza Venezuela y que la marcaron en el brazo con el número 91.

Me puse a pensar en cuantos planetas visito en mis sueños a esa misma hora, cuando al menos cien o más personas ya están en la calle buscando alimentos en ese supermercado. Multiplico por las personas que salen de su casa a esa hora para ir a otros establecimientos en Caracas. Y así, tantos más que lo hacen en el resto del país. 

Lo curioso es que durante toda su historia, la señora fue incapaz de reconocer la causa por la cual está saliendo al menos dos veces por semana a esa hora para conseguir comida, ojo, no siempre con éxito. En ningún momento se preguntó quién sería el responsable de su desgracia. Yo lo sé, y una parte del país lo sabe. ¿Cómo es que esta señora no?

Las marchas y barricadas creo cumplieron un propósito. Las primeras, demostraron que la oposición sigue activa aún pese a la inoperancia de muchas de sus caras más visibles. Las segundas, sacaron a relucir el lado más vil de un régimen que se ha puesto al margen de la legalidad. Sin embargo, no van a alcanzar nada más. Es el momento de replantear la estrategia.

Cuando hablo de replantearse no debe entenderse como replegarse. Nos ha costado tomar las calles nuevamente, y no creo debamos abandonarlas. Pero a la vez debemos trabajar a fondo para llegarle a esas personas que, como la señora, no entienden que la razón de la protesta es poner fin a su infortunio.

Como no pretendo ser un "opinador de oficio" y por el contrario espero contribuir en algo a la lucha que llevamos adelante, aquí van algunas sugerencias para que pongamos en práctica a fin de profundizar en nuestra tarea de derrocar a este Gobierno ilegítimo. No es para los "líderes". Es para gente común como tú y como yo. 

1-Evangelizar 

"¿Tiene un minuto para el Señor?" ¿Cuántas veces lo hemos escuchado? Los cristianos evangélicos han aumentado en número de manera acelerada en los últimos años. Las razones pueden ser muchas, pero las resumo en dos grandes corrientes. Primero, una sociedad moral y espiritualmente golpeada a todos los niveles. Y segundo, una campaña continua y hasta "agresiva" de "mercadeo" de la religión y la fé en el altísimo.
Es ese el mejor ejemplo que podemos tomar para educar a quienes todavía no saben (o no quieren saber) que el Gobierno es el principal responsable del desastre en el que vivimos. No podemos ver al indiferente o al rojito como enemigo. Porque, nos guste o no, necesitaremos de él para comenzar la reconstrucción del país.

Las marchas y barricadas, lejos de servir para ganar adeptos a nuestra idea, lo que hacen es ahuyentarlos. Reforzar la idea de que somos su enemigo, y que lo único que queremos es abrirle el camino al Imperialismo y bla bla bla. Créanme, que por muy idiota que nos parezca Maduro, su discurso le llega y le está llegando ahora con más fuerza a ese sector.

"Señora, ¿se da cuenta que el Gobierno es el responsable de que usted tenga que dejar su casa de madrugada, y exponerse a la inseguridad, para intentar conseguir comida?" -¿Cómo es eso mijo?... Listo... tenemos una persona ganada a nuestra lucha. Un terreno fértil para sembrar la semilla del descontesto, y por ende, del cambio.

2- Comunicación Alternativa

Si una fortaleza demostró el chavismo durante el golpe de Estado de abril de 2002, es que pudieron derrotar el blackout informativo de esos días. Si hacemos memoria, ningún medio de comunicación transmitió el domingo ninguno de los hechos que precedieron al regreso de Chávez a Miraflores. Ninguno. Nada. Cero. VTV estaba fuera del aire y su señal regresó el domingo en la noche. 

¿Cómo lo hicieron? Durante años, el Gobierno se encargó de instruir a los llamados "Círculos Bolivarianos" para el manejo de medios alternativos de comunicación, incluyendo el popular "boca a boca". No existía Twitter, Facebook, ni los avances tecnológicos de los últimos años. 

Actualmente contamos con más herramientas de la que tenía el chavismo en ese momento, sin embargo me basta con cerrar la pc o no abrir ninguna red social en el teléfono para automáticamente desconectarme de lo que ocurre en el país. No vivo en Altamira, ni Los Palos Grandes ni en Los Ruices.

¿Estamos preparados para un bloqueo total de los medios? ¿Para una caída masiva del Internet? De la mano con el proceso de evangelización, debemos mantener canales de comunicación fluidos y en línea directa desde quienes están dirigiendo la protesta, hasta el último de los opositores en el sector más lejano del país. No es una tarea sencilla, pero es fundamental para lograr el éxito.

Aquí van sólo dos. Vamos a enriquecer la protesta. Pero sobre todo, que la lucha de quienes han perdido la vida a manos del régimen, no sea en vano. Debemos replantearnos, debemos sumar. Esta es la hora.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Al soldado con cariño

Saludos amigo uniformado:

Quizás no me conozcas, pero en mi familia palabras como "guardia", "subordinación", "batallón", "parte", entre otras, siempre fueron de uso cotidiano. Es común en reuniones ver a dos o tres uniformados dentro del grupo. Desde pequeño conocía perfectamente los grados militares de los oficiales de los cuatro componentes (incluso de la Armada, que siempre es complicado). Era claro que en ese contexto, pues en algún momento iba a querer la orgullosa carrera de las armas. Más cuando mis primeros libros fueron de historia de Venezuela, y crecí inspirado por la obra de Francisco de Miranda y Simón Bolívar. Por el segundo, incluso mucho antes de que se volviese un denominador para atrocidades de las que hablaré más adelante.

Pero no estoy acá para hablarte de mí vida. Vengo más bien para preguntarte, ¿qué será de la tuya? No, no. No es una amenaza. Creo que estaremos de acuerdo que son USTEDES los que, al menos en teoría, tienen el monopolio de las armas. Simplemente me preocupa saber en qué piensan en estos momentos, y en qué forma la historioa habrá de juzgar sus acciones mañana. A ver...

El artículo 328 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela dice taxativamente: "La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política (...)". Sin militancia política... interesante. Cuando ustedes dicen que son "chavistas", ¿no es eso militancia política?. Strike uno.

Vivimos en un país donde el Estado de Derecho es una quimera. Todos los poderes son controlados por el Ejecutivo, y ustedes lo saben. Es por ello que quizás el que se declaren "chavistas" sea el menor de sus muchos males.

Hoy vivimos una de las crisis más terribles que hayamos visto en toda nuestra historia democrática. Tenemos problemas a todos los niveles, comenzando por la inseguridad. Más de 25 mil vícitimas cobró el hampa el año pasado. Año en el que ustedes recibieron aumentos de salario (más que ninguna otra carrera o profesión), equipamiento (más que los hospitales y colegios del país) y beneficios a los que los civiles sólo podemos soñar.

La escasez, producto de infames medidas económicas que han provocado el cierre de muchas empresas, la nacionalización de otras que han quedado como meros "elefantes blancos", además del encarecimiento de lo poco que se puede conseguir. Pero claro, con sus aumentos, la inflación se ve como algo externo que no tiene por qué afectarlos. Además, gozan de beneficios porque como gracias a este Gobierno también han acumulado experiencia como despachadores de alimentos, pues se proveen sin colas de lo que necesitan. Pero el pueblo, al que les tocaría servir, sí pasa las de Caín por una harina o una leche.

No te quiero contar amigo soldado como mi hermana fue víctima de un secuestro, del cual salió con vida afortunadamente gracias a la benevolencia de un pran. Porque la Guardia Nacional "no tiene acceso al penal". Allí entendí que no puedo pedirte ayuda entonces en cuanto al tema de los cubanos en los cuarteles. Si no puedes con los recluidos, menos con los extranjeros en libertad que además vienen con el aval del Gobierno a hacer trabajos particulares. 

Pero lo peor de todo, es que el 12 de febrero el Presidente de la República Nicolás Maduro anunció que permitiría a un sector que representa LA MITAD del país (al menos) manifestarse contra las medidas arbitrarias de su Gobierno. Peor aún, autorizó la represión a quienes sencillamente no pensamos como él. Amenazó medios, sacó señales de canales extranjeros del aire, poniendo en entredicho una de las libertades universales más importantes, la libertad de expresión. La misma que traza una tangente entre los gobiernos democráticos y las dictaduras autocráticas.

En fin, que para resumir, el Sr. Nicolás Maduro (de quien ni siquiera sabemos si es venezolano, y ustedes tampoco han tenido la curiosidad) se saltó la constitución y las leyes a la torera. Me imaginé que ante este escenario, la respuesta del Alto Mando y de los mandos medios de la Fuerza Armada sería contundente. Y lo fue... un llamado a respetar la constitución por parte de quienes le estamos precisamente reclamando eso al Gobierno. Ah, pues muy bien.

Se ve amigo soldado que el dinero, los beneficios y una filosofía barata de un socialismo que no es tal, ha sabido conquistar los espacios de tu corazón. Has decidido hoy darle la espalda a un pueblo que reclama la vuelta del Estado de Derecho y que se respeten las leyes, comenzando por la Constitución. Esa misma que ustedes deberían defender.

Por el contrario han atacado al manifestante, vejado y humillado a quien su único delito ha sido arrecharse por la incompetencia de un Gobierno que en 15 años ha sido incapaz siquiera de construir una autopista, o hacer que los hospitales funcionen. Por el contrario ha dividido al país en bandos, donde unos no quieren convivir con los otros. Y es ahí donde ustedes deberían entrar.

Porque por concepto, ustedes deberían ser los garantes del respeto a la institucionalidad. ¿Qué piensan? ¿Qué mientras estén en el poder la justicia no los va a tocar? Les recuerdo que los delitos de lesa humanidad no prescriben. Que la complicidad también es delito, y que además de la justicia divina no se salva nadie. Tarda, pero llega.

No todo está perdido. Aún están a tiempo de prestarle al país, su país un servicio invaluable. No se trata de dar un golpe de estado. La Constitución está llena de alternativas democráticas para deponer a un régimen totalitario que ha menoscabado los Derechos Humanos de quienes piensan distinto. Ustedes tienen el poder en sus manos. Ustedes son los únicos que pueden detener a las hordas paramilitares que hoy tienen sitiadas a ciudades enteras, y que le han costado las vidas a venezolanos que lo único que reclamaban era un país mejor. Un país mejor para tí también. 

Donde no tengas que enarbolar la bandera cubana, ni cantar el himno de un país que no es el tuyo. Donde tus escoltas, general, se aburran tanto por lo seguro que es transitar por las calles. Donde tú teniente, tengas oportunidades para surgir. Pero donde también el ingeniero, el arquitecto y el periodista las tengan.

Las circunstancias te han llevado a actuar de una manera. Pero la historia te puso en un lugar y momento privilegiado. Decide como quieres que te recuerden. Si como aquel que defendió la Constitución y la patria que tanto amaba, o como aquel esbirro que actuó como pretoriano para que atornillar en el poder a un autobusero colombiano que acabó con lo poco que quedaba en pie en el país.

Si tanto amas tu país... ¡Defiéndelo coño! Que para eso se supone que te formaron.

Disculpa si crees que fui muy rudo, es que conforme iba escribiendo recibí un par de imagenes que me gustaría vieras y analizaras. Así te recordaremos por siempre, si no actuas ahora.

Saludos amigo. Si sobrevivo a tus balas y a tú represión, estaremos en contacto.



lunes, 13 de enero de 2014

"El efecto Roberto Baggio"


Corría el año 1994. Recuerdo que jugaba un torneo nacional de béisbol infantil en Barquisimeto. No era realmente amante del fútbol, sólo sabía lo básico: "Brasil es bueno, Venezuela no juega esa vaina, y Argentina tenía a un tal Maradona que era tan pegado al balón como a las drogas".

Sin embargo, ni un niño de 8 años escapa al deseo de ver la final de un Mundial de Fútbol. Y ahí estaba yo, sentado junto a otros niños y la familia de la casa donde me estaba alojando, viendo en un televisor RCA el encuentro entre Brasil e Italia. Por esa condición natural del ser humano de ponerse del lado del débil, en el fondo quería que Italia ganara.

El partido fue malazo. Bueno, al menos para mí. Un partido sin goles es como tener una novia sin tetas, no hay emoción. Luego un suplicio de 30 minutos más, de nuevo sin goles, hasta llegar a los penales. Eran los primeros penales que veía en toda mi vida. No recuerdo la tanda de penales de memoria y dudo que alguien pueda, pero sí todos recordamos al tipo de la "melenita" que la pateó sobre el larguero y dió inicio a la celebración del tetracampeonato para los sudamericanos. Era el atacante Roberto Baggio.

De ahí en adelante, sólo recuerdo que entre mis conocidos su nombre era usado para definir a los que no sabían patear (más de una vez era yo mismo), y para los que mandaban muy lejos del arco la pelota. El pasar de los años no ha hecho mella en el recuerdo, y todavía hay uno que otro que en forma burlona utiliza el nombre de Baggio para señalar algo vergonzoso.

Lo cierto del caso es que Roberto Baggio fue uno de los mejores jugadores italianos de toda la historia. Ganador del "Balón de Oro" y el Fifa World Player en 1993, "Il Codino" (como era conocido) anotó 9 goles en los tres Mundiales en los que participó y 314 goles en su dilatada carrera. De hecho en ese Mundial del 94, Baggio marcó los goles de la "Azzurra" en octavos ante Nigeria y semifinales ante Bulgaria. ¿Es justo recordarlo sólo por el penal errado ante Brasil? Incluso cuando Baresi y Massaro también fallaron en la misma tanda.

La situación con Baggio es algo que se repite a diario en nuestra vida cotidiana. Nos pasa a todos, y es lo que he denominado el "Efecto Roberto Baggio" (registro pendiente). No importa todo lo bueno que seas, y la cantidad de veces que hagas las cosas bien. El día que pongas la cagada, serás inmortalizado.

A los periodistas nos pasa con mucha frecuencia. Podemos redactar 1000 notas, pero siempre seremos recordados por aquella donde se nos fue la "sanahoria" (zanahoria). Los peloteros darán más de 100 cuadrangulares, pero aquel ponche con el que se perdió la final nunca será olvidada. Le pasa a quienes conducen y en su vida han tenido un solo accidente, serán visto por sus cercanos como alguien "peligroso" al volante.

Las mujeres son las que mejor aplican el "Efecto Roberto Baggio" en sus relaciones de pareja. No importa si le llevas flores cada tres días, le haces la cena a diario y la sacas cada fin de semana a los lugares de moda. El día que miraste fijamente por 1 segundo y 7 décimas a su prima la que parece actriz porno, no te volviste a quitar la etiqueta de "adúltero" por el resto de tu vida -aunque en realidad no haya adulterio porque la verdad es que no están casados-. 

Pasa igual con el día que no viste que se cortó las puntas ("es que tu no eres detallista"), el día que llegaste cansado y no quisiste salir a escuchar las deprimentes historias de sus amigas solteronas ("es que no te caen mis amigas"), el único día del año en que te reúnes con tus amigos ("es que siempre andas con ellos"), o el día que te quedaste sin pila en el teléfono ("te estabas cogiendo a mi prima la que parece actriz porno").

Recientemente me pasó algo que podría enmarcar dentro del "Efecto Roberto Baggio". Por momentos me cuestioné y me pregunté qué podía hacer. Entonces investigando descubrí que después del Mundial, Baggio ganó dos Scudettos, anotó 96 goles en Serie A, y dos más en el Mundial de Francia 98 (incluyendo uno de penal).

Nos sacudimos y seguimos adelante. Nada podemos hacer ante el "Efecto Roberto Baggio". Todos recordamos a Pedro el que negó, a Judas el traidor, a Napoleón en Waterloo, a Miranda en La Carraca, a José Gregorio arrollado por el único carro en Caracas, a Clinton por la Lewinsky, y a mí por aquel correo que me costó mi relación.

Roberto Baggio vive en todos...  

(Datos y estadísticas: Wikipedia).