La pregunta no es nueva. Es la misma que nos venimos haciendo desde hace no menos 13 o 14 años cuando comenzamos a ver el camino que tomaba el régimen con Chávez, y ahora con Maduro. ¿Qué nos hace falta? Tras más de un mes de protestas, decenas de muertos y miles de detenidos... es más incesante el deseo de las personas por ver el desenlace de esta película.
Esta semana leí, con indignación primero y con reflexión después, el texto que el economista Mark Weisbrot escribió sobre Venezuela en el diario londinense The Guardian. Con indignación porque ciertamente molesta cuando echan por tierra la lucha que llevamos adelante quienes soñamos con un país libre y en democracia. Pero hay extractos que me llamaron a la reflexión, y los comparto...
"But I wasn’t prepared for what I saw in Caracas this month: how little of daily life appeared to be affected by the protests, the normality that prevailed in the vast majority of the city. I, too, had been taken in by media imagery". (Pero yo no estaba preparado para lo que vi en Caracas este mes. Poco de la vida cotidiana había sido afectada por las protestas, la normalidad prevalecía en la mayor parte de la ciudad. Yo también había sido engañado por las imágenes mediáticas).
Pregunta para los que me leen: ¿cuántos de ustedes han asistido, y cuántas veces, durante este mes al trabajo? ¿cuántas veces ha ido al supermercado? ¿cuántas veces se ha reunido con su familia? Estoy seguro que la respuesta es más de una y es suficiente para demostrar el punto. Si bien la guarimba lo pudo retrasar un día u otro, o una marcha lo pudo haber detenido en una cola... lo cierto del caso es que usted ha seguido con su vida normal. Y yo también. Cuando no estoy marchando, estoy en entrevistas de trabajo o en el supermercado.
Nuestra rutina no ha cambiado. La vida de la gran mayoría (chavista o no) sigue exactamente igual, y eso le da la piso al Gobierno para afirmar que se trata de "focos" a la hora de hablar de las manifestaciones. No juzgo las razones de la protesta (son muchas y debe terminar en la salida de Nicolás Maduro. Punto). Tampoco juzgo los distintos métodos de protestas (aunque mantengo que las guarimbas, una vez cumplido el propósito, es una tontería mantenerlas en el tiempo).
El problema está en la mayoría indiferente ante la manifestación, la "solidaria de Twitter" y desde luego la mitad chavista del país. A veces se nos olvida, y no lo entiendo, que somos la mitad del país. Ni más ni menos. Que hay gente molesta en aquel lado, claro. Pero, ¿qué hemos hecho nosotros para atraer a ese pueblo rojo descontento? Y recuerden que de este lado también hay molestias. La unidad ya no es tal.
Y a mí no me contaron esto, como tampoco se lo contaron a Weisbort. He estado en la calle, en el Metro. El mismo día que probé mi primera lacrimógena, y que juré dar hasta la última exhalación por ver a mi Venezuela libre, ese día me monté en el Metro y la gente iba montada como si nada. Y apenas en la superficie se gestaba una batalla campal con la Guardia Nacional.
Los medios han jugado un rol clave en esta lucha. El silencio que han guardado ha permitido mantener el ambiente de "normalidad" que el columnista del diario inglés notó en la ciudad (por eso me molesta cuando habla de "imágenes mediáticas"). Pero es que del lado de la ciudad de Caracas donde vivo no pasa ninguna manifestación, ni a favor ni en contra del Gobierno. La vida de estas personas no ha sido afectada de ninguna manera. Y honestamente la mía se trastoca sólo cuando voy a manifestaciones o cuando entro a Twitter.
¿Qué nos hace falta? Romper las barreras. Nuestra lucha debe llegar más allá de nuestro entorno. Más allá de Altamira, de Alta Vista, de Barrio Obrero, de la Plaza La República, de San Diego. Debemos con nuestro discurso conquistar los espacios de esos que hoy simplemente son indiferentes ante las manifestaciones. Los que se dicen opositores pero están todo el día en su oficina, también deben formar parte de la lucha donde estén. ¿Cómo? Educando al que no piensa igual. Atajando al que habla de "manitos blancas". Informando al que habla de la violencia de las guarimbas.
Theodore Roosevelt decía: "Haz lo que puedas, con lo que tengas, donde estés". Twitter no es Venezuela. No es estadísticamente siquiera una muestra representativa. En los barrios hay pobreza, hambre, escasez e inseguridad... no redes sociales. Debemos estar organizados para llegarles con ideas, con mensajes claros. Y prepararnos además, porque el final de esta película todavía está lejos.
Y testimonios como el de Weisbort pueden replicarse y hacernos cuesta arriba la tarea a nivel internacional. Debemos comenzar a reescribir esta historia. Debemos asumir esta lucha no sólo con el corazón, sino también con la razón. Ahora más que nunca, rendirnos no es una opción. ¿Qué nos hace falta? CONVENCER. Pero para convencer a la otra mitad de la foto, debemos convencernos nosotros mismos que nuestra causa merece todos los sacrificios que podamos hacer.