jueves, 20 de diciembre de 2012

Érase una vez en Yahoo Respuestas

Yahoo Respuestas... Creo que no necesita demasiada presentación. Esta página se ha convertido en el mejor manual para la vida que existe en la red. Se nutre de la necesidad de respuestas de personas que atraviesan situaciones cuando menos, complicadas. 

Es por ello, y como este no es un blog sólo para descargar mis peroratas, que he decidido echarle "una ayudaíta" a parte de esa población que busca soluciones para su vida. ¿Me siguen? Como dirían los españoles (saludos a los que pierden minutos valiosos de su vida leyéndome), a por ellos.











Estimado Elocojofre: Hablar de aborto no es un tema sencillo, pero cuando le agregas el hecho de que sería llevado a cabo mediante una "ingeccion", pues eso lo hace todavía más difícil. Solución: ¡Más libro y menos andar tirando!

Entre otras cosas: cerca, saber, que, hice, porque, inyección, saber, que, tan, quiero.













Estimada Daniella: La solución a tu problema es muy simple. Despega el culo del mueble y deja de ver las novelas mexicanas. Maquíllate, sécate el cabello, échate la keratina si quieres. Ponte unas "Panty Miranda", un vestido corto y sal a la calle a ver que se te pega. No te aseguro que encontrarás al amor de tu vida, pero al menos dejarás de soñar pendejadas.










Estimado Édgar: Te ayudaría... pero de seguro mientras escribo esto, tu novia debe andar con la boca llena. ¡Suerte y Gaceta Hípica...!

Estimado Destripador: ¡Mis respetos!










Estimado Doctor Zizeante: La verdad no tengo certeza de que eso sea así, yo por ejemplo tengo 26 años y mido 1,65 y... wait a minute... (todo tiene sentido...).














Estimado ?: Haz que parezca un accidente.











Estimado Noteim: Un minuto de silencio por el pana que cayó en la "Friend Zone"... 

Nadie, léase "nadie", ha podido salir de la "Friend Zone". Suerte con eso.

Y como estos, hay muchísimas más. Anímense a contribuir con sus respuestas a nuestros amigos perdidos en Yahoo. Nos queda menos de un día en el planeta... hagamos algo útil.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Érase un peloterito

Para lo que quedé...

De este lado del mundo en el que nos encontramos, que llamamos Sudamérica, los venezolanos somos los renegados del grupo. En una porción de territorio dominada desde la pampa argentina hasta los cafetales colombianos por la pasión del fútbol, nosotros decidimos ver hacia el norte y nuestro pasatiempo nacional -aparte de la habladera de pendejada- es el béisbol.

El juego del bate y la pelota es para el nacido en estas tierras algo natural. Y la divina providencia nos ha dado la bendición de tener béisbol todo el año. En octubre comienza el torneo local, que se juega hasta enero. En febrero viene la Serie del Caribe, donde el campeón venezolano se mide a sus similares de Puerto Rico, República Dominicana y México. En marzo abren los campos de entrenamientos de Grandes Ligas. 

En abril arranca la temporada en los Estados Unidos, y termina en octubre... cuando arranca la nuestra. Y así se repite el ciclo, para malestar de las mujeres que resignadas terminan colocándose la gorrita de cualquier equipo e intentando aprender los insultos que con frecuencia su hombre dedica a cuanto pasa en la pantalla del televisor.

Por este fenómeno nacional, es que yo no escapé de tener que vestir un uniforme y saltar al campo en mis primeros años de vida, como cualquier niño venezolano promedio. Todos fuimos peloteritos.

La historia comienza con el sueño de gloria de un padre, que al ver nacer al varón de una se imagina como su representante, firmando un jugoso contrato con los Yanquis. El niño no ha aprendido a caminar cuando ya tiene toda la indumentaria: gorra, camisa, guante (marca Tamanaco), bate de madera y pelota. 

En lo que tiene edad suficiente para mover a voluntad los brazos, el papá lo lleva al parque a tomar roletazo y aprendemos palabras mal castellanizadas como "quechar", "esprín", "guainop". 

Al cumplir cuatro años, inmediatamente después de soplar las velas, ya el niño está frente al entrenador del equipo infantil más cercano. Un señor mayor que alguna vez jugó béisbol, pero que no llegó "porque la gente es muy envidiosa". Junto a otros de su misma situación, llegó el momento de que el niño complete la transformación en pelotero.

El padre orgulloso cambia el guante Tamanaco de plástico por un Rawling, compra guantines, tacos, bolso para llevar los implementos, y los más osados hasta un bate personalizado. 

Llegó la hora del juego. Nada más saltar el niño al campo se escucha una voz retumbando el estadio... "Ese es mi hiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiijo". ¿Qué más podría desear uno sino que esa no fuera su mamá? Sin embargo no corres con tanta suerte, y cuando volteas, es tu progenitora que pegada a la cerca comanda la barra junto a las demás mamás del equipo.

Los padres entre tanto se reúnen para disertar sobre todos los errores que ha cometido el mánager, porque si algo es seguro es que cualquiera de ellos podría hacerlo mejor.

Primer turno al bate, y de nuevo el grito alentador de la madre, que hace que el niño quiera meter la cabeza en el home cual avestruz. Strike uno... "Vamos Carlitos... dale que tu puedes". Strike dos... "Eso hijo... ahora sí. Dale". Strike tres... (Silencio sepulcral).

Segundo turno al bate... "Carlitos vamos, sube el codo". Ciertamente en esos momentos, frente a un lanzador, no hay mucho tiempo para pensar. Pero ahora me pregunto... ¿qué carrizo sabía mi mamá o mi papá sobre si tenía que levantar el codo o no? ¿cuántos turnos al bate tomaron ellos en su vida?.

Sin embargo todo padre o madre de nuestro país lleva inserto un chip beisbolístico que lo autoriza, como si de un Reggie Jackson se tratara. Todo padre o madre es un coach de pitcheo y de bateo en uno. Hasta árbitro incluso. "Payita... (Diminutivo del inglés 'Umpire') acuérdate que son unos chamos".

Papá o mamá de peloterito que se respete carga encima: Termo de agua y vasos para llevar, porque este fin de semana (y todos los fines de semana) le tocó llevar. Batería de carro con sus respectivos cables y bocina para hacer la estridente sirena, vacío de cerveza para después del juego (o durante...), Gatorade para el peloterito (a fin de que parezca más pelotero), sillas playeras para poder estar pegado de la cerca (porque para un papá la distancia de la tribuna al terreno es demasiado grande), pito, corneta y cualquier vaina que haga ruido molesto. 

Pero el objeto más importante, sobre todo para la mamá del peloterito, es la hoja de cantos. Una especie de cancionero con las melodías más pegajosas para hacerle barra al equipo. Y diceeee... "Pichea (del verbo en inglés "pitch" que significa "lanzar", pero en Venezuela el lanzador 'picha' o 'pichea', no lanza), Pichea, pichea que te pichea que Carlitos está en el home y ese si que te batea". "Fuego al cañón, fuego al cañón, para que Carlitos la saque de jonrón".

Lo más triste no eran las canciones, sino que Carlitos -yo- no sacaba la pelota del cuadro... y eso cuando le lograba dar a la pelota. De hecho, cuando decidí colgar los tacos y dedicarme a estudiar, era porque lo único que escuchaba cuando venía batear era el suspiro de los papás pensando que el inning se iba a terminar conmigo. 

La verdad siento que decepcioné un poco a mis papás. Así como la gran mayoría de mis compañeros que no se convirtieron en un Miguel Cabrera o un Pablo Sandoval, acotando que tuve la experiencia de jugar contra Sandoval en esos tiempos y ya era un caballo.

Pero mientras sigan naciendo varones en la familia, siempre hay esperanzas de ir al nuevo Yankee Stadium como el invitado especial de la estrella del equipo. O pagando la entrada con los 400 dólares del cupo Cadivi electrónico, ya veremos.